martes, 24 de septiembre de 2019

Nuestra Señora de la Merced Patrona del Ecuador




Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de la Merced. Originalmente, este festival era parte de la Orden Religiosa y Militar de la Virgen de la Merced, que se fundó, a pedido expreso de la Santísima Virgen, para liberar a los cristianos de la esclavitud islámica. Como resultado, esta devoción se convirtió en propia de toda la Iglesia y, por lo tanto, aparece en el calendario litúrgico.

Esta fiesta se presta a algunos comentarios. El primero es el hecho de que Nuestra Señora pide fundar una Orden de Caballería. Esto es muy significativo, porque al contrario de cierto tipo de devoción inclinada a la idea de que la Virgen en ningún caso querría armar a alguien contra otra persona. Esto debe hacernos reflexionar y ayudarnos a comprender la mentalidad de la Virgen.

¿Cómo fue esta orden religiosa y militar?

En la Edad Media había una gran cantidad de prisioneros cristianos, especialmente en las naciones musulmanas del norte de África, debido a los hábitos piratas y la inseguridad de la navegación en el Mediterráneo.

Por lo tanto, era común que los barcos piratas capturaran barcos cristianos y los vendieran a musulmanes. También era común que en las guerras entre musulmanes y católicos, se capturaran barcos cristianos y se los llevaran al norte de África. Tan pronto como llegaban a esas tierras, esos desafortunados eran vendidos como esclavos. Como resultado, se mantuvieron distantes de los sacramentos y expuestos a las peores tentaciones morales, y sobre todo al muy grave riesgo de perder la fe. Podemos imaginar la desesperación de cada uno de ellos. Por ejemplo, un hombre tomado prisionero y esclavo, que comete un pecado mortal y no tiene un sacerdote para absolverlo; aunque le tiene miedo al infierno, en ausencia de la absolución siente la duda de tener suficiente contrición para ir al Cielo.

De hecho, cuando alguien lamenta un pecado, por el amor de Dios, aunque no hay sacerdote, puede estar seguro de ir al Cielo. Pero cuando se arrepiente por miedo al infierno, sin la absolución sacramental, no hay perdón.

Y aquí la Virgen despertó una Orden religiosa que tuvo el siguiente efecto: por medio de la espada, buscó a tientas la liberación de esos cristianos. Además, cuando un miembro de esta Orden estaba en condiciones de hacerlo, o si fuera el caso, pronunció el voto de ofrecerse a cambio, como esclavo, en lugar de otro católico, para restaurar su libertad.

De modo que el mercedario, que fue apoyado por una vocación especial para ese gesto, teniendo más fe en su propia vida espiritual, liberó a un prisionero sometido a esa esclavitud. Todo esto significaba un acto de amor heroico, digno de las mejores tradiciones de Caballería: convertirse en esclavo para que otro pudiera ser libre. No hay conocimiento de una mayor prueba de amor.

San Pedro Nolasco rescata a católicos que estaban prisioneros 
Esta prueba de amor no tiene que suceder como aquellos que piensan así: "Pobre hombre... quién sabe cuánto le duele el brazo por las esposas ... con el pie arrastra una bola de hierro tan pesada y está cubierta de azotar ... Entonces yo, filantrópicamente hablando, lo reemplazaré ". Esta sería una razón secundaria. De hecho, la razón principal por la que un caballero de la Orden de la Virgen de la Merced se movió para hacer este sacrificio fue el peligro en la Fe en el que incurrieron esas personas.

En realidad, la merced es una gracia, es un favor. No conozco un título de la Santísima Virgen más conmovedora. Es Nuestra Señora de las Gracias, la Virgen de los favores, regalos inesperados, misericordias repentinas. De la que, considerada como madre, nos prepara hermosas sorpresas y nos brinda, inesperadamente, aquella con la que no podíamos contar.

¿Qué padre y madre, siendo realmente cariñosos, no tienen el placer, de vez en cuando, de darle a su hijo un regalo con el que no contaba? A veces es un pensamiento pequeño, una pequeña cosa insignificante.

Podemos encontrarnos con situaciones complicadas; pero de vez en cuando, goteando en medio de la aflicción, llega una merced. O a veces, al final de una aflicción viene una gran merced. Y al final de nuestras vidas, cuando cerremos los ojos, vendrá la merced más grande de todas: Nuestra Señora nos mostrará a Nuestro Señor Jesucristo, Su Hijo.

Entonces, podemos recurrir a Ella diciendo:

"Madre mía, hoy es la fiesta de tu Merced; recuerda que durante mucho tiempo he estado en una memorable ausencia de misericordia. Sé que probablemente sea mi culpa, porque no sé cómo pedir, porque soy un hijo gruñón que no puede despertar la sensibilidad de mi madre.

Y si me das la cruz de tu Hijo, ¡será mucho mejor que todo lo demás! ”, Porque la Cruz de Jesús es la gran Merced que Nuestra Señora nos hace.


Plinio Corrêa de Oliveira - 24 de septiembre de 1965

miércoles, 11 de septiembre de 2019

¡Porque no eres frio ni caliente te vomitare de mi Boca! Diga NO!!! al Aborto



Resultado de imagen para vida desde concepcionDesde la legalización del aborto en los Estados Unidos en 1973 hasta 2009, más de 56 millones de bebés han sido asesinados; realizando la comparación para comprender el genocidio que esto significa, equivaldría a asesinar CUATRO veces la población de nuestro país. Hay 150 bebés por hora. Aproximadamente 1 cada 24 segundos. Recordando que se está teniendo en cuenta tan solo las cifras de los abortos inducidos en los  Estados Unidos…






Cuando termine usted de leer este artículo, 4 o 5 niños inocentes más habrán sido asesinados. Y el plan de Dios para ellos estaría acabado.

¿Y nosotros? ¿Tenemos derecho a permanecer indiferentes ante esta gran masacre? NO!

Miles de personas en América se han unido con un objetivo común: salvar las 2 vidas, es decir, la madre y el niño.

En este sentido, presenciamos con alegría el rechazo macizo del Senado argentino en relación al aborto en aquel país y las multitudinarias manifestaciones pro-vida en  EEUU que se repiten en varios países de América del Sur y Europa.

Toda esta ola de valores morales también se mostró en nuestro amado Ecuador, que, el 16 de marzo del presente año, en Guayaquil, fue el escenario de una Marcha por la Vida que reunió a miles de personas.

A continuación encontrará las 5 razones principales por las que el aborto es totalmente incorrecto y debe combatirse:


1 - El aborto viola los derechos de Dios

El aborto provocado nunca será una simple elección personal, sino un delito grave contra Dios Nuestro Señor y su creación. La lucha contra el aborto siempre ha sido principalmente una batalla religiosa, y esta práctica infame es una grave ofensa a Dios nuestro Señor. ¡La indignación ante esta grave violación de los Derechos de Dios debe ser la razón principal por la que debemos rechazar el aborto!

La enseñanza de la Iglesia sobre el aborto es clara e inequívoca: el aborto provocado es asesinato. No se permiten excepciones, no hay compromisos posibles. 

2 - Nuestra guerra más mortal

Las continuas guerras que han sacudido al mundo en las últimas décadas y los continuos ataques terroristas, han contribuido a algunos de los crecientes deseos de paz. Sin embargo, a pesar de toda esta preocupación, la guerra más horrible de todas y el peor de todos los ataques terroristas sigue siendo inquebrantable. Esta es una guerra que se está llevando a cabo dentro de nuestras fronteras, tan solo el año pasado se llevo 41 millones de bebes en el mundo.

Este flagelo es tan horrible como cualquier cosa que los terroristas puedan imaginar, porque llega al corazón de la humanidad: la familia. Al destruir el vínculo humano más básico de todos, entre madre e hijo, el aborto disuelve el vínculo precioso que une a nuestra nación.

Si bien la madre y el niño son las primeras víctimas, no hay un solo elemento de la sociedad que no se vea afectado por el aborto. Madre, hijo, padre, esposo, tía, tío, amigo, hermano y abuelo sufren las cicatrices de este malvado bisturí.

Resultado de imagen para guerras

3 - La vida comienza en la concepción

Esta es la definición dada en cualquier libro médico de buena reputación. No defender el inicio de la vida en cualquier momento después de la fusión del óvulo de la madre y la contribución del padre es irracional y un sofisma impactante.

Una persona comienza a existir en el momento de la concepción, aunque solo sea como una célula. Lo importante no es el accidente de tamaño o peso, sino la esencia, que es totalmente humana. El feto tiene un código genético distinto, inmutable e irrepetible, único a lo largo de la historia desde la concepción hasta la muerte. No se agrega nada excepto nutrición y oxígeno.

Solo máquinas como relojes y automóviles comienzan a existir parte por parte. Los seres vivos llegan a existir de inmediato y desarrollan gradualmente su mundo de potenciales innatos.



4 - La humanidad debe proteger la vida inocente

El primer y más importante instinto de los seres humanos es la preservación de la vida. Esto comienza con la auto-conservación y se extiende a toda la humanidad a través del matrimonio y los lazos familiares.

La "interrupción del embarazo" constituye en realidad el asesinato de un ser humano inocente y está en contradicción directa con esta premisa básica de la naturaleza humana. Esto viola la ley natural y puede dejar a Brasil como un país incapaz de repoblar sin la ayuda de la inmigración masiva.


5 - El aborto no es seguro

En comparación con otros procedimientos médicos, la industria del aborto no está regulada en gran medida. Si bien no hay estadísticas exactas sobre el número de mujeres que mueren por procedimientos fallidos, LifeDynamics.com ha compilado una lista de 249 mujeres asesinadas por abortos legales. Además, el Instituto Nacional del Cáncer ha encargado un estudio de la Dra. Janet Daling, una defensora de y colegas del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson, quienes encontraron un vínculo entre el aborto y el cáncer: “Entre las mujeres que ya habían quedado embarazadas al menos una vez, el riesgo de cáncer de seno en aquellas que habían inducido el aborto fue un 50% más alto que que entre otras mujeres ”.

El diario oficial de la Asociación Médica Católica, The Linacre Quarterly, publicó un estudio con hallazgos similares: "Existe evidencia internacional de un vínculo entre el aborto inducido y el cáncer de seno".

martes, 10 de septiembre de 2019

Señores Asambleístas: No! No! y No!!! al Aborto y al Relativismo Moral.


El aborto es una consecuencia de la pérdida de las nociones de bien y mal. La causa está en un relativismo que niega los principios básicos del orden moral.


El derecho a la vida, ¿una mera concesión social?

El consenso universal sobre la inviolabilidad de la vida humana inocente es una de las características más profundas de la conciencia moral y jurídica del hombre.

Aunque las violaciones de este principio han ocurrido desde los albores de la historia, comenzando con el fratricidio narrado en el capítulo cuatro del Génesis, el homicidio voluntario siempre fue considerado una aberración moral.

A través de una formulación negativa, el mandamiento bíblico «No matarás» 1 es el garante del principio según el cual la vida humana inocente es un bien sagrado. Tuvimos que llegar al siglo XXI para presenciar un aplastante y general desvanecimiento de un principio tan evidente.

Como señala el Papa Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae,

«Se está desarrollando y estableciendo un nuevo clima cultural que da al crimen contra la vida un carácter nuevo y, si es posible, aún más siniestro: amplios sectores de la opinión pública justifican ciertos crímenes contra la vida en nombre de los derechos de libertad individual, y sobre esta base reivindican no sólo la exención de castigo, sino la autorización del Estado para que estas cosas puedan hacerse con total libertad y la asistencia gratuita de los sistemas sanitarios».

Otro punto denunciado en Evangelium Vitae es el relativismo moral que impregna el «nuevo clima cultural»:

«No sólo el hecho de la destrucción de tantas vidas humanas por nacer o en su etapa final es extremadamente grave y perturbador. No menos grave y perturbador es el hecho de que la propia conciencia, obscurecida por un condicionamiento tan generalizado, está encontrando cada vez más difícil distinguir entre el bien y el mal”.

El relativismo moral reinante hoy ha logrado confundir el sentido común con respecto al valor de la vida humana; la vida y la muerte se han convertido en cosas insignificantes. En consecuencia, millones de seres humanos ‒los no nacidos‒ terminan su breve existencia en los recipientes de basura de clínicas de aborto o en laboratorios de investigación.

A juicio de los defensores del aborto libre, la nueva vida humana en el útero no es más que un «material biológico potencialmente humano».


Las leyes de aborto han producido millones de víctimas inocentes
Millones de seres humanos terminan su breve existencia en los recipientes de basura de clínicas de aborto o en laboratorios de investigación

Él o ella es una vida desde el punto de vista biológico, pero no desde el punto de vista cultural y filosófico. De esto se deduce que suprimir la vida de un feto es suprimir una vida biológica, no humana.

Para proporcionar un fundamento filosófico a esta noción absurda, los teóricos del aborto recurren al relativismo filosófico, afirmando que no existe la naturaleza humana inmutable.

El ser humano y la persona humana, dicen, no son más que conceptos históricos y filosóficos, que no corresponden a ninguna verdad objetiva, simplemente porque la verdad objetiva no existe. Todo es subjetivo. Por lo tanto, ser y persona son nociones relativas que pueden definirse arbitrariamente, como las reglas de un juego.

Y esas nociones experimentan el mismo proceso de evolución que la cultura y la gente.

«De esta manera ‒señala Juan Pablo II‒ se pierde toda referencia a los valores comunes y a una verdad absolutamente vinculante para todos, y la vida social se aventura en las arenas movedizas del relativismo completo. En ese punto todo es negociable, todo está abierto a la negociación: incluso el primero de los derechos fundamentales, el derecho a la vida”.
Como consecuencia de concepciones tan erróneos, la vida del más débil y más inocente de los seres humanos, el conceptus, queda a merced de los más fuertes, de los padres y del Estado.

Juan Pablo II se refiere a las consecuencias del relativismo:

«Resultado siniestro de un relativismo que reina sin oposición: el ‘derecho’ deja de ser tal, porque ya no está firmemente fundado en la dignidad inviolable de la persona, sino que queda sometido a la voluntad de la parte más fuerte. De esta manera, la democracia, contradiciendo sus propios principios, se mueve efectivamente hacia una forma de totalitarismo”.

Ahora bien, la vida de todo ser humano debe ser respetada por lo que es, no por una mera concesión social, pues todo individuo humano es titular de un derecho objetivo, primario e inalienable a la vida.

Derecho inalienable a la vida

Esto es lo que afirma el Magisterio de la Iglesia al enseñar que:

«Hay precisamente un cierto número de derechos que la sociedad no está en condiciones de otorgar, ya que estos derechos preceden a la sociedad; pero la sociedad tiene la función de preservarlos y hacerlos valer”.

«El primer derecho de la persona humana es su vida. Tiene otros bienes y algunos más preciosos, pero éste es fundamental: es la condición de todos los demás, por lo que debe ser protegido sobre todos los demás.

«No le pertenece a la sociedad, ni a la autoridad pública, en ninguna forma reconocer este derecho para algunos y no para otros”.

El respeto de la vida humana inocente es una limitación moral de la cual nadie puede ser liberado. Se trata, pues, de un principio que no admite excepciones ni presunciones legitimadoras.

En otras palabras, ningún pretexto, ya sea ventaja personal, defectos genéticos, el derecho de otra persona, la salud, la vida de una madre o el honor manchado, o la supuesta superpoblación, puede justificar moralmente el aborto adquirido.


Resultado de imagen para magisterio de la Iglesia

Escribe el Papa en Evangelium Vitae:

«Ninguna circunstancia, ningún propósito, ninguna ley puede jamás hacer lícito un acto intrínsecamente ilícito, ya que es contrario a la Ley de Dios que está escrita en todo corazón humano, reconocible por la razón misma, y proclamado por la Iglesia”.

Este abominable crimen será siempre condenable, independientemente de su extendida y espantosa práctica. Incluso la aprobación del aborto por una mayoría de la población no podrá justificarlo.

La verdad no puede ser medida por la opinión de la mayoría, afirma Juan Pablo II:

«Ciertamente, un cambio de mentalidad en la gente con respecto a la naturaleza humana no puede de ninguna manera justificar el aborto. Más bien, sólo mostraría el grado y la profundidad de un fenómeno trágico: el embotamiento general del sentido moral”.

Agrega el Pontífice:

«La democracia no puede ser idolatrada hasta convertirla en un sustituto de la moral o una panacea para la inmoralidad».

Pero, siendo relativistas, los abortistas no pueden dejar de ser contradictorios.

La incongruencia más estridente es observable, una de ellas es que ningún defensor del aborto aceptaría jamás sufrir lo que están dispuestos a hacer sufrir al feto. Ellos tienen razón con respecto a sí mismos. Están totalmente equivocados con respecto al nonato.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Aborto: Un pecado que clama al cielo por venganza


EL DEBER DE TODO CATÓLICO ES DEFENDER LA VIDA DE LOS INOCENTES  

Resultado de imagen para aborto y laiglesia

En este siglo, que se ufana de un igualitarismo absoluto e inflexible, no hay acto de injusticia... o de justicia practicado contra izquierdistas, aunque sean radicales en el orden del pensamiento y terroristas en el orden de la acción, que no provoque la erupción en cadena de protestas indignadas del humanitarismo laico universal: instituciones internacionales de gran calibre, gobiernos, personalidades de las más celebradas por la propaganda, programas torrenciales de radio y televisión, vocerío de la prensa, manifestaciones de masas; todo se moviliza.

Sin embargo, todo ese humanitarismo parece enmudecer — ¡oh, asombro!— cuando se trata de la protección de las víctimas inocentes, sorprendidas por el asesinato en el claustro materno,

Nosotros, los católicos, que para execrar el aborto voluntario tenemos los más graves motivos, ¿caeremos en tal aberración?

Peor todavía. Esa matanza es, la mayoría de las veces, fríamente confabulada entre el padre y la madre, y realizada con la complicidad hiperespecializada de la ciencia. Y ello hasta tal punto que, «despenalizado» el aborto, la interrupción técnica del embarazo será una especialidad profesional que dentro de algún tiempo ya no causará horror. Es decir, se considerará como cosa normal la matanza de inocentes.

Pero todo esto, por muy malo que sea, aún no será lo peor. El nefando crimen de asesinato de inocentes en muchísimos casos no roba a sus víctimas sólo la vida terrena, sino también la bienaventuranza eterna, ya que, con mucha frecuencia, los abortados expiran antes de haber recibido el Sacramento del Bautismo.

Alguien objetará que todas esas consideraciones sólo tienen fundamento en el supuesto de que el aborto constituye un crimen contra la vida humana; una transgresión grave del V Mandamiento: «No matarás». Pero, añadir, una designación tan severa parece exagerada, tratándose de la interrupción de la vida de un ente humano todavía incompletamente constituido. Sin embargo, éste no es el caso. Bastará con que le recordemos al lector católico que los documentos pontificios relativos al asunto siempre censuraron severamente el aborto.

Criminales, sí, responsables por «intervenciones mortíferas»: la expresión fluye de la pluma autorizada de Pío XI. Así, pues, los católicos no pueden censurar como exagerado el calificativo dado aquí a los que practican el aborto.



domingo, 8 de septiembre de 2019

Augurio de la redención del mundo Significado de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen


LA CELESTIAL NIÑA MARÍA Y LA VICTORIA DEL BIEN SOBRE EL MAL

Plinio Corrêa de Oliveira*


Todo lo que la Santa Iglesia hace es inmensamente sabio, pleno de tacto. Consideren ustedes, por ejemplo, lo siguiente: el culto de latría o adoración, que la Iglesia lo presta solamente a Dios, por tanto a Nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo Encarnado. El culto de dulía, de veneración, de mediación, a Iglesia lo presta a los santos. Pero a Nuestra Señora Ella presta un culto que ni es simplemente el de dulía, ni es de ningún modo el de latría, sino que es el culto de hiperdulía, que es una veneración
como a ningún otro santo se presta, sin ningún paralelo, sin ningún término de comparación, de tal manera la Santísima Virgen está por encima de todas las criaturas.

Excluyendo la fiesta de la Santa Navidad de Nuestro Señor Jesucristo y el nacimiento de San Juan Bautista, la Natividad que la Iglesia celebra en su calendario litúrgico es la de Nuestra Señora. Y además de esta, hay innumerables otras fiestas a Ella dedicadas, mientras que para cada santo existe —como regla general— una fiesta en el calendario y nada más. Como también, en otro orden de cosas, la Iglesia permite y hasta estimula imágenes de los santos, pero no permite que haya en el mismo altar más de una imagen del mismo santo. Entre tanto, para Nuestra Señora Ella permite que haya tanto en el altar central como en los nichos o altares laterales de las iglesias otras imágenes de Ella.

Todo esto, para dar a entender que Nuestra Señora no tiene ningún término de comparación, e introducir este principio teológico en mil realidades del calendario, de la liturgia, de la vida de piedad, con un tacto y sentido de las proporciones, que indica bien el espíritu sapiencial de la Iglesia Católica y el océano de sabiduría que hay en Ella.

¿Por qué la Iglesia festeja especialmente la santa Natividad de Nuestra Señora? Porque la Madre de Dios fue tan grande, que el día en que Ella entra en el mundo marca una nueva era en la historia del pueblo elegido.

Podemos decir que la historia del Antiguo Testamento se divide —bajo este punto de vista— en dos partes: antes y después de Nuestra Señora. Porque si la historia del Antiguo Testamento es una larga espera del Mesías, esta espera tiene dos aspectos: 1) el momento exacto que no había llegado para la venida del Mesías; la Divina Providencia estaba, por tanto, permitiendo que esta espera se prolongase por siglos y siglos; 2) y después el momento bendecido en que la Providencia hace nacer Aquella que conseguirá que el Mesías venga: Nuestra Señora.

Santa Ana y la Santísima Virgen
Entonces, su venida al mundo es la llegada de la criatura perfecta, de la criatura que encuentra plena gracia delante de Dios, la única criatura cujas oraciones tienen el mérito suficiente para acabar con esta espera y hacer que, por fin, los ruegos de toda la Humanidad, los sufrimientos de toda la Humanidad, los padecimientos de todos los justos y la fidelidad de todos aquellos que habían sido fieles, consiga aquello que sin Nuestra Señora no se habría obtenido.

Hubo los Patriarcas, los Profetas, hubo innumerables almas fieles del pueblo elegido; debe haber habido una u otra alma fiel en medio de la gentilidad; hubo sufrimientos a lo largo de los siglos de espera del Mesías. Pero nada de eso fue suficiente para atraer la misericordia divina y hacer llegar el momento de la Redención. Sin embargo, cuando Dios quiso, Él hizo nacer la criatura perfecta que habría de conseguir esto. Entonces la entrada de esta criatura perfecta en el mundo de los vivos es el comienzo de su trayectoria, que durante todo el tiempo atrajo bendiciones, atrajo gracias, produjo frutos de santificación.


Ya entonces todas las relaciones de los hombres con Dios se modificaron, y comenzó entonces en la puerta del Cielo, que estaba trancada, como que a filtrarse luces y dejar filtrar esperanzas de que sería abierta por el Salvador que debería venir. Todo esto se dio desde el primer momento del nacimiento de Nuestra Señora...
La presencia de Ella en la tierra era ocasión de gracias insignes, porque era la criatura más contemplativa de todos los tiempos, en relación a quien ninguna otra contemplativa ni tuvo ni tendrá paralelo. Ella poseía una irradiación personal y una acción de presencia tan rica en bendición, que era el prenuncio de la venida de Nuestro Señor.

Y entonces la entrada de esta bendición, la entrada de esta gracia, de esta acción directa y personal en la historia del mundo, ¡es incomparable! Y por causa de ello, la Natividad de María Santísima es una fiesta que nos debe ser queridísima, es una fiesta que nos debe hablar mucho, pues es la fiesta del inicio del derribo del paganismo.
¿Podríamos decir que hay alguna relación de esto con la situación del mundo contemporáneo? —Existe.

En la época presente hay como que una nueva interferencia de Nuestra Señora en la historia del mundo, que actúa en las tinieblas del neo-paganismo.

El hecho de que Nuestra Señora suscite almas que ya ansían por el Reino de María [1], que piden la venida del Reino de María, luchan para que el Reino de María venga, estas almas son —mutatis mutandis, o sea, con todas las debidas adaptaciones y reservas— como que Nuestra Señora en el Antiguo Testamento. Aun no vino el triunfo del Inmaculado Corazón de María, pero sí algo que es el prenuncio de ese triunfo y que ya comienza a difundir sus gracias, comienza a determinar también movimientos entusiásticos de adhesión. Esto es algo como una Natividad que se repite y que prepara el Reino de María, profetizado por Ella en Fátima.

Ustedes ven, por lo tanto, que esta fecha es de la mayor significación. Oremos a Ella pidiendo y poniendo como fundamento en su Natividad, y así como Ella vino a la tierra e inmediatamente comenzó a pedir o advenimiento del Mesías y que acabase aquel estado de cosas envuelto por el pecado, Ella nos dé un deseo ardiente del Reino de María. Un deseo que nos arrebate por entero, un deseo sapiencial, reflexionado, ponderado, serio, profundo, que no deje en nuestra alma apego a más nada.
Esta sería, entonces, nuestra oración en la noche de hoy.



(*) Extracto de conferencia grabada “Santo del día”, del 8-8-1966, sin revisión del autor.


[1REINO DE MARIA - San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716) en su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen prevé la implantación en la Tierra de una era “en que almas respirarán a María como el cuerpo respira el aire”, y en que incontables personas “se tornarán copias vivas de María” (Cap. VI, art. V). A esa era, él la denomina Reino de María. Esa profecía se entronca orgánicamente con la de Nuestra Señora en Fátima: en 1917, después de prever varias calamidades para el mundo, Ella afirmó: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”.


miércoles, 28 de agosto de 2019

¡Oh! Nuestra Señora del Divino Amor, que nunca se ha oído decir que ninguna madre que haya acudido a Ti, haya sido desamparada ¡Ruega por nostros!


El coloquio de San Agustín con Santa Mónica en Ostia, y la búsqueda del Amor Divino


San Agustín y Santa Mónica
En las «Confesiones» de San Agustín hay un fragmento especialmente magnífico: se llama el «Éxtasis de Ostia» o el «Coloquio de Ostia».

El episodio es el siguiente: la madre de San Agustín, Santa Mónica (331-387), pasó unos treinta años o más llorando pidiendo a Dios la conversión de su hijo. Parecía que cuanto más rezaba, esta conversión se hacía más lejana. Hasta que, de desatino en desatino, San Agustín acabó por comer las bellotas de los cerdos y comenzó un proceso de conversión que lo hizo el gran Doctor de la Iglesia.

San Agustín, ya convertido, y Santa Mónica decidieron volver a África del Norte, en aquel tiempo enteramente romano, y más específicamente a la ciudad de Cartago, de donde eran naturales, para que allí residir. Y así recorrieron una cierta parte de Italia para tomar un barco en Ostia, que es un puerto pequeño cerca de Roma, pero que tenía en aquel momento una cierta importancia. De allí iban a seguir hacia África.
Se encontraban entonces en un albergue de Ostia, apoyados junto a una ventana y comenzaron a conversar acerca de Dios y de las cosas del Cielo, cuando los dos juntos tuvieron un éxtasis.

San Agustín relata este coloquio extraordinario y es uno de los fragmentos más famosos de las «Confesiones». Pocos días después Santa Mónica moría, aún estando en la ciudad de Ostia. Su misión en la tierra estaba cumplida y Nuestro Señor la llamó al Cielo para gozar del premio que merecía.

Entonces, el último lance de su vida fue exactamente la alegría de tener en la tierra con su hijo este coloquio, que era un preanuncio, un adelantamiento de la visión beatífica. Tengo la impresión de que a cualquiera de nosotros que pasara por Ostia, nos gustaría ver si todavía existe ese alojamiento.

Resolví leer aquí la narración de ese coloquio, porque es una página célebre y abre nuestros horizontes hacia los grandes portentos en la perspectiva de la hagiografía y de la doctrina católica. El texto se extrae directamente de las «Confesiones»:

“Estando ya inminente el día en que había de salir de esta vida –que tú, Señor, conocías, y nosotros ignorábamos…”

Estas interpelaciones directas de San Agustín a Dios son magníficas. Los señores deberían leer los «Soliloquios» de San Agustín, que están en nuestra biblioteca y que son algo absolutamente estupendo.

“…sucedió a lo que yo creo, disponiéndolo Dios por tus modos ocultos, que nos hallásemos solos yo y ella apoyados sobre una ventana, desde donde se contemplaba un huerto o jardín que había dentro de la casa, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de las turbas, después de las fatigas de un largo viaje, cogíamos fuerzas para la navegación.

“Allí solos conversábamos dulcísimamente; y olvidando las cosas pasadas, ocupados en lo por venir, nos preguntábamos los dos, delante de la verdad presente que eres Tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre concibió.

“Abríamos anhelosos la boca de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos de tu fuente –de la fuente de vida que está en Ti– para que, rociados según nuestra capacidad, nos formásemos de algún modo una idea de algo tan grande”.

Les hago notar la maravilla de la expresión «los labios del corazón» … quiere decir, aquello por donde el corazón bebe, por donde el corazón sorbe, estaban abiertos para recibir de Dios aquello que en esta vida terrena se puede recibir acerca de las alegrías del Cielo.

“Y como llegara nuestro discurso a la conclusión de que cualquier deleite de los sentidos carnales, aunque sea el más grande, revestido del mayor esplendor corpóreo, ante el gozo de aquella vida no sólo no es digno de comparación, sino ni siquiera de ser mencionado, levantándonos con un afecto más ardiente hacia el que es siempre el mismo, recorrimos gradualmente todos los seres corpóreos, hasta el mismo Cielo, desde donde el sol y la luna envían sus rayos a la tierra”.

Es una verdadera búsqueda de lo absoluto. Ellos empezaron a considerar: primero las cosas de la tierra, que lisonjean los sentidos, porque estaban en el Imperio Romano decadente, en que había fortunas fabulosas y personas que tenían un lujo para deleitar los sentidos del que Uds. no tienen idea. Entonces, la primera oposición es de la felicidad celestial con la felicidad de los hombres, que en el tiempo del Imperio, eran tenidos como felices. Respuesta: esto no es nada. Entonces, empiezan a preguntar: ¿cómo es entonces la felicidad verdadera? Y empiezan a recorrer los cielos, a imaginar con los datos del cielo material y visible, como sería el paraíso celestial material, pero invisible, y cómo sería la gloria de la visión beatífica que en este paraíso se goza. Este es el esquema de su conversación. Entonces continúa:

“Y subimos todavía más arriba, pensando, hablando y admirando tus obras; y llegamos hasta nuestras almas y las sobrepasamos también, a fin de llegar a la región de la abundancia que no se agota, en donde Tú apacientas a Israel eternamente con el pasto de la verdad, y la vida es la Sabiduría, por quien todas las cosas existen, tanto las ya creadas como las que han de ser, sin que ella lo sea por nadie; siendo ahora como fue antes y como será siempre, o más bien, sin que haya en ella fue ni será, sino sólo es, por ser eterna, porque lo que ha sido o será no es eterno”.

Es decir, después de haber considerado todas las cosas materiales, comenzaron entonces a considerar el alma como elemento para tener algo de la idea de la belleza, de la perfección de Dios. Y después de considerar el alma, llegaron a la conclusión de que en el ápice de todo esto figuraba la Sabiduría Eterna e Increada. Esta Sabiduría que es eterna, que no tiene pasado, ni presente ni futuro. En esa consideración sapiencial, suprema, que sus espíritus se detuvieron.

“Y mientras hablábamos y suspirábamos por ella…”

Es decir, buscando conocer a Dios como Sabiduría, en cuanto fin y explicación de todas las cosas. Los señores ven como esto es diferente de una meditación «herejía blanca» (expresión utilizada por el Prof. Plinio en el sentido de una «actitud sentimental que se manifiesta sobre todo en cierto tipo de piedad edulcorada y una posición doctrinal relativista que busca justificarse bajo el pretexto de una pretendida ‘caridad’ hacia el próximo»– cfr. “O Cruzado do século XX – Plinio Corrêa de Oliveira”, Roberto de Mattei, Ed. Civilização, Porto, 1998, tópico 7).

“…llegamos a tocarla un poco con todo el ímpetu de nuestro corazón.” Es el éxtasis. Mientras conversaban acerca de estas cosas, conducidos por la gracia de Dios, en cierto momento la Sabiduría se reveló a ellos, y tuvieron un fenómeno místico por donde vieron a Dios.
San Agustín, La Santísima Virgen y Nuestro Señor en la Cruz

Ustedes ven que es algo muy natural: son dos santos que tienen una conversación, que es una oración. Esta va subiendo de vuelo, de punto en punto, y cuando llega a su ápice, entonces les aparece Dios Nuestro Señor, pero aparece de manera a hacerse conocer como Sabiduría Eterna. Y todo esto con tanta simplicidad, en una ventana de un albergue de Ostia

“y suspirando y dejando allí prisioneras las primicias de nuestro espíritu.

Es decir, lo que había de mejor en ellos quedó en la visión, no volvió a la tierra.

“…regresamos al estrépito de nuestra boca, donde el verbo humano tiene principio y fin, en nada semejante a tu Verbo, Señor nuestro, que permanece en sí sin envejecer, y renueva todas las cosas.”

Aquí hay una insinuación de que Dios les dijo una palabra. Naturalmente es el Verbo. Y que esto que fue dicho por Dios sobre Su propia Sabiduría, fue cualquier cosa tal que lo que continuasen a conversar sería un balbuceo. La visión cesó y las palabras de ellos eran vacías a la vista de lo que Dios había revelado de sí mismo.

“Y decíamos nosotros: Si hubiera alguien en quien callase el tumulto de la carne; callasen las imágenes de la tierra, del agua y del aire…”

Es la doctrina de los cuatro elementos.

“…callasen los mismos cielos y aun callase el alma misma y se remontara sobre sí, no
pensando en sí; si callasen los sueños y revelaciones imaginarias, y, finalmente, si callase por completo toda lengua, todo signo y todo cuanto se hace pasando”
“…puesto que todas estas cosas dicen a quien les presta oído: No nos hemos hecho a nosotras mismas, sino que nos ha hecho el que permanece eternamente– ; si, dicho esto, callasen, dirigiendo el oído hacia aquel que las ha hecho, y sólo Él hablase, no por ellas, sino por sí mismo, de modo que oyesen su palabra, no por lengua de carne, ni por voz de ángel, ni por sonido de nubes, ni por enigmas de semejanza, sino que le oyéramos a Él mismo”

“…a quien amamos en estas cosas, a Él mismo sin ellas, como al presente nos elevamos y tocamos rápidamente con el pensamiento la eterna Sabiduría, que permanece sobre todas las cosas”.

«Supongamos que oímos a Aquel que amamos en las criaturas, pero sin el intermedio de ellas, como acabábamos de experimentar, alcanzando en un vuelo del pensamiento, la Eterna Sabiduría que permanece inmutable sobre todos los seres».
Es decir, él imagina un alma que no piensa en nada más creado, que logra abstraer de todo y que de repente oye una palabra de Dios que dice algo acerca de sí mismo.
«Si esta contemplación continuara y si todas las demás visiones de orden muy diferente cesara, si únicamente ésta arrebatara el alma y la absorbiera, de modo que la vida eterna fuese semejante a este vislumbre intuitivo ‒la visión beatifica‒ por el cual suspiramos, ¿no sería esto la realización del «entra en el gozo de tu Señor»? ¿Y cuándo sucederá esto? ¿Será cuando todos resucitemos? Pero entonces, ¿no seremos todos transformados?”

Él afirma entonces que si un alma pudiera quedarse eternamente sólo en aquel vislumbre, ya tendría un placer paradisíaco inefable, extraordinario.
«Aunque esto, decíamos, no por el mismo modo y por estas palabras, sin embargo, bien sabéis, Señor, cuánto el mundo y sus placeres nos parecían viles, aquel día cuando hablábamos. Mi madre añadió: ‘Hijo mío, en cuanto a mí, ya nada me da gusto en esta vida. No sé lo que hago todavía aquí, ni porque todavía esté aquí, se desvanecieron ya las esperanzas de este mundo. Por un solo motivo deseaba prolongar un poco mi vida: para verte cristiano y católico, antes de morir. Dios me concedió esta gracia sobreabundantemente, pues veo que ya desprecias la felicidad terrena para servir al Señor. ¿Qué hago, yo, pues, aquí? ‘»


Muerte de Santa Mónica
Santa Mónica, en esta visión, tuvo el preanuncio de su propia muerte, comprendió que no tenía nada más que hacer. Ahora los señores consideren la diferencia de una gran santa con una madre tierna (excesivamente sentimental). Esta última diría: «Ahora que mi hijo está convertido, comenzó para mi la vida! Yo voy a oír sus sermones, voy a ver sus obras, voy a vivir con él una vida deliciosa en la casa episcopal, admirando la virtud y el talento de aquel que yo generé para la vida natural y que yo arranqué, por mis oraciones, a la muerte eterna, Para ser un gran santo. Ahora todo está bien… »
Santa Mónica no quería ver a su hijo para nada de eso. Ella lo quería para Dios. Cuando sintió que San Agustín estaba en las manos de Dios, no quiso perder tiempo viéndolo servir a Dios. Algunos días después expiró.

Es una gran santa y su último gran lance de la vida es narrado por un gran santo.
Aquí vemos un poco lo que es la vida de un santo, cuando no es descrita por un «herejía blanca». Ustedes ven cuántas cosas hay de común con esa narración ‒y de la que ya me había olvidado completamente‒ con las conferencias sobre la «Búsqueda del Absoluto» y temas conexos que hemos hecho aquí últimamente.

Plinio Corrêa de Oliveira, conferencia sin revisión del autor (Santo del día) 31 de agosto de 1965

jueves, 22 de agosto de 2019

¡Cor Sapientiale et Immaculatum Mariae! ¡Opus tuum Factum!

“Ella guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón”

Lucas: (2,19)

         ¡Corazón Sapiencial e Inmaculado de María! ¡Haz tu Obra en Nosotros!   

                 

Milagrosa Imagen
de la Santísima Virgen de El Buen Suceso
Quito - Ecuador
María es la Reina del Cielo y de la tierra por gracia,  así como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. El reino de la Virgen María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma, de modo que podemos llamarla con los Santos: Reina de los corazones.

María ha colaborado con el Espíritu Santo a la obra de los siglos, es decir, la Encarnación del Verbo.  En consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de los últimos tiempos: la formación y educación de los grandes santos, que vivirán hacia el fin del mundo, están reservadas a Ella, porque sólo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar en unión al Espíritu Santo, las cosas singulares y extraordinarias.

De lo que acabo de decir se sigue evidentemente: En primer lugar, que María ha recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos.

Efectivamente, no podía fijar en ellos su morada, como el Padre le ha ordenado, ni formarlos, alimentarlos, darlos a luz para la eternidad como madre suya, poseerlos como propiedad personal, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ello, echar en sus corazones las raíces de sus virtudes y ser la compañera indisoluble del Espíritu Santo para todas las obras de la gracia… No puede, repito, realizar todo esto, si no tiene derecho ni dominio sobre sus almas por gracia singular del Altísimo, que, habiéndole dado poder sobre su Hijo único y natural, se lo ha comunicado también sobre sus hijos adoptivos, no sólo en cuanto al cuerpo lo que sería poca cosa sino también en cuanto al alma.

Sabemos que Nuestra Señora, por derecho es Reina del Universo, puesto que Dios Nuestro Señor le entregó la regencia efectiva del Cielo y de la Tierra.
Para los que le siguen, Ella establece un dominio que ejerce de Corazón a corazón. El corazón es el símbolo de la mentalidad, es decir el modo según el cual la persona ve y como quiere las cosas.

¿Cómo el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María, torna efectiva esta autoridad jurídica e indiscutible sobre el mundo? Por medio de su Corazón. Ella toca los corazones y hace que las almas, recibiendo gracias muy abundantes, le sigan.

¿Cómo son esas gracias? Es la gracia de comprender el Corazón de Ella. De conocer y amar su sabiduría y la nota Inmaculada que existe en toda su persona. Por así decir, nos conquista y nos encanta. Y de este modo se torna obedecida por nosotros.
De manera que su Corazón es un cetro con el cual Ella gobierna a todos aquellos que le obedecen en el mundo.

La fiesta de Nuestra Señora Reina es, en gran medida, la fiesta de su Inmaculado Corazón, por eso cabe bien que en esta fecha veneremos y demos culto al Inmaculado Corazón de María.

¿De qué manera? Diciéndole “Tornad mi corazón semejante al Vuestro”. Semejante no quiere decir vagamente parecido, no. Quiere decir parecido en todo cuanto está en los designios de la Providencia que se parezca.

Y así podemos pedirle: “Madre mía, yo no soy lo bastante fuerte para darme a Vos: dominadme. Entrad en mí con gracias tales, que yo prácticamente no resista. Esta puerta, Madre mía, que yo por miseria no abro, derrumbadla. Yo espero detrás de ella con mi sonrisa, mi reconocimiento y mi gratitud”.


Plinio Corrêa De Oliveira





martes, 20 de agosto de 2019

San Bernardo de Claraval


Celo ardiente por la gloria de la Santísima Virgen



De tiempo en tiempo la Providencia hace surgir hombres providenciales que marcan todo su siglo, como San Bernardo, el Doctor Melifluo, cantor de la Virgen, gran predicador de cruzadas, extirpador de cismas y herejías, pacificador eximio y uno de los mayores místicos de la Iglesia.

En una familia privilegiada, de gran fortuna y poder, nació Bernardo, al final del siglo XI. Su mayor riqueza, sin embargo, era una arraigada fe católica. Su padre, Tecelin, gran señor, era bueno y piadoso; y su madre, Alicia, sería venerada como bienaventurada por la Iglesia en Francia.
Cuando nació Bernardo, el tercero de siete hijos, además de ofrecerlo a Dios, como lo hacía con toda su prole, ella lo consagró al servicio de la Iglesia.

La ciencia de los santos la aprendió Bernardo con sus padres; y la del mundo, con los padres de la iglesia de Châtillon-sur-Seine.
El niño era extremamente bien dotado. Además de buena apariencia física, tenía Bernardo una inteligencia viva y penetrante, elegante dicción, suavidad de carácter, rectitud natural de alma, bondad de corazón, una conversación atrayente y llena de encanto. Paralelamente, una modestia y una propensión al recogimiento que lo hacían parecer tímido.

Radicalidad en la virtud de la pureza

Con tantas cualidades naturales y una posición social envidiable, al crecer podría haberse fácilmente desviado hacia el mundanismo.
Pero Bernardo probó que la alta condición social, si es vivida con fe, puede incluso ayudar a la práctica de la virtud. Su temperamento, inclinado a la meditación, se abrió a la acción de la gracia, que lo llevaba a escoger siempre la virtud al placer, las cosas de Dios a las del mundo.
A los 19 años era alto, bien proporcionado, con profundos ojos azules iluminando un rostro varonil, enmarcado por una cabellera rubia. Su porte era al mismo tiempo noble y modesto.
Cierto día, en una recepción social, la figura de una joven lo atrajo y lo perturbó. Inmediatamente, para apartar aquella visión que se le volvió casi obsesiva, se arrojó en un tanque de agua fría y ahí permaneció hasta que lo sacaron. Hizo entonces el propósito de consagrarse totalmente a Dios.

Prodigiosa población de la Abadía del Císter

El año 1098 San Roberto había fundado, en un valle llamado Císter, una rama reformada de la famosa abadía de Cluny, ya entonces en decadencia. La severidad de su regla fue alejando a los candidatos, mientras sus monjes antiguos iban muriendo. San Esteban Harding, sucesor de San Roberto, pedía constantemente a Dios nuevas vocaciones; pero éstas no aparecían. Pensaba ya cerrar definitivamente las puertas de la abadía, cuando un día treinta nobles caballeros aparecieron, pidiendo ingresar en la Orden. Eran Bernardo con sus hermanos, un tío y amigos, a quienes había convencido de acompañarlo. Más tarde los seguirían su hermano menor y el propio padre, mientras que su única hermana también se dedicaría a Dios, muriendo en olor de santidad.

Era tan intenso el don de persuasión que poseía este hombre lleno de amor de Dios que, al predicar, las mujeres sujetaban a sus maridos y las madres escondían a sus hijos, por miedo a que lo siguiesen...

Comunicación continua con Dios

Bernardo se entregó a la práctica de la regla como monje consumado. Puesto que, en los caminos de la virtud, hay varias vías para alcanzar la santidad, Bernardo se dio con total radicalidad a la bella vía para la cual se sentía llamado por Dios. Dominó de tal manera sus sentidos, que comía sin sentir el sabor, oía sin oír. Dominó el paladar a tal punto, que una vez bebió sin percibir un vaso de aceite, en vez de agua. Formó para sí una “celda interior”, en la cual vivía tan recogido que, después de dos años, desconocía si el techo de la abadía era abovedado o liso, ni si había ventanas en la capilla. Su comunicación con Dios era continua, de manera que incluso mientras trabajaba no perdía su recogimiento interior.

Pensaba que el monje debía tener el dominio de sí, incluso durante el sueño; y más tarde, cuando oía roncar a alguno de los hermanos, decía que eso era dormir de un modo carnal y en el estilo de los seglares. Huía del sueño como de una imagen de la muerte, concediéndole tan poco tiempo que mal podía decirse que dormía.

Bernardo quería santos en su milicia. Por eso decía a menudo a sus novicios: “Si deseáis vivir en esta casa, es necesario dejar afuera los cuerpos que traéis del mundo; porque sólo las almas son admitidas en estos lugares, y la carne no sirve para nada”.

Fundador de Claraval, atraía las almas a Dios

San Esteban Harding veía maravillado a aquel joven con la madurez y prudencia de un anciano. Y apenas dos años después de su entrada en el Cister, lo envía como superior de un grupo de monjes para fundar la abadía de Claraval. Bernardo tenía apenas 25 años.
La nueva abadía quedaba en un lugar descuidado y agreste, siendo por eso llamado Valle del ajenjo. San Bernardo lo transformaría en el Valle Claro, o Claraval, extendiendo su fama por toda Francia y, después, por Europa. Muchos eran los nobles que iban a visitarlo y terminaban quedando como discípulos suyos.

La pobreza de la abadía en sus inicios era espantosa: no tenían para comer sino hierbas silvestres; mal se vestían, sufriendo todas las intemperies. Ésa era la riqueza de esos verdaderos héroes, que habían abandonado todo por Cristo.

Bernardo alcanzó un grado supereminente de amor de Dios y de unión con la voluntad divina, pero le faltaba aún comprender bien la debilidad humana de sus subordinados. Tenía escrúpulos de dirigirlos por la palabra, creyendo que Dios les hablaría en lo íntimo del alma mucho mejor que él. Estaba en esa tentación, cuando cierto día se le apareció un Niño todo envuelto en una luz divina. Con gran autoridad, éste ordenó le dijese todo cuanto le viniese al pensamiento, porque sería el propio Espíritu Santo que hablaría por su boca. Al mismo tiempo Bernardo recibió una gracia especial de comprender las debilidades de los otros y de acomodarse al espíritu de cada uno, para ayudarlos a vencer sus miserias.

El modo cómo Bernardo atraía vocaciones hacia Claraval era milagroso. Por ejemplo, todo un grupo de nobles, que por curiosidad quisieron un día conocerlo. Actuaba como si fuese un poderoso imán para atraer almas a Dios.

La atracción más asombrosa fue la de Enrique de Francia, hermano del Rey Luis VII. Este príncipe fue a Claraval a tratar de un importante asunto con San Bernardo. Cuando iba a salir, pidió ver a todos los monjes, a fin de encomendarse a sus oraciones. Bernardo le dijo que pronto experimentaría la eficacia de esas oraciones. El mismo día Enrique se sintió tan tocado por la gracia que, olvidándose que era entonces el sucesor de la corona, quiso quedarse en Claraval. Más tarde fue Obispo de Beauvais, y después Arzobispo de Reims.

Con ello Claraval creció tanto, que habitualmente su número era de 600 a 700 monjes. A pesar de ello, cada uno mantenía el aislamiento interior y el silencio, como si estuviese sólo. Jamás un monje estaba inactivo, habiendo siempre algún trabajo manual que hacer, si no estuviese en oración en el coro o en su celda.

Con el tiempo y el número creciente de vocaciones, Bernardo pudo fundar 160 casas de su Orden, no sólo en Francia sino también en otros países de Europa.

Extirpador de un cisma

La misión pública de San Bernardo casi no tuvo similar en la Historia. Fue él, por ejemplo, llamado para combatir el cisma del antipapa Anacleto II. Recorrió entonces Europa, conquistando reyes y reinos para la justa causa. Fue el alma de los Concilios de Letrán, de Troyes y de Reims, convocados por el Papa para tratar de los asuntos de la Iglesia. Se opuso al Emperador alemán Lotario II que, aprovechándose del cisma, quería recibir las investiduras de las iglesias. Bernardo no sólo lo hizo desistir de ello, sino también lo convenció de reconocer al Papa verdadero.

Bernardo intentó —juntamente con San Norberto— conquistar al antipapa. Pero en vano; éste fue renuente y se rehusó a oír cualquier argumento.

La prédica de San Bernardo era en general acompañada de gran número de milagros. Libraba a poseídos del demonio, restituía la vista a los ciegos, el movimiento a los paralíticos, la voz a los mudos, la audición a los sordos. El cardenal d’Albano, sujeto a fuertes fiebres, fue curado bebiendo el agua que fue pasada en un plato donde comiera el Santo.
Prácticamente no podía andar sin ser seguido por una multitud de enfermos y de sanos que querían tocarlo.

Tenía que hablar a la multitud desde una ventana, para protegerse.
Estaba en Italia cuando la muerte repentina del antipapa Anacleto hizo cesar el cisma, que había durado siete años. Eligieron a un sucesor, pero Bernardo lo convenció de la ilicitud de esa elección, del riesgo de su eterna salvación y lo llevó arrepentido a los pies del verdadero Papa. Con ello terminó el cisma.

En todas partes el santo era mirado como “el padre de los fieles, la Columna de la Iglesia, el apoyo de la Santa Sede, el Ángel tutelar del pueblo de Dios”.


Aniquila herejías y predica la II Cruzada

Bernardo fue el protector de la fe contra las herejías de Pedro Abelardo y Arnaldo de Brescia, que querían renovar los antiguos errores de Arrio, Nestorio y Pelagio. Combatió también los errores de Gilberto de la Porée, Obispo de Poitiers.

Pero la principal herejía que el Santo combatió fue la de un monje apóstata, Enrique, que en el Languedoc movía una guerra cruel a la Iglesia, atacando a los Sacramentos y a los sacerdotes fieles.

El santo abad fue también llamado a predicar la II Cruzada, lo que hizo con la fuerza de su elocuencia y el poder de los milagros. Cuenta su secretario que en Alemania curó, en un sólo día, a nueve ciegos, diez sordos o mudos, diez mancos o paralíticos. En Mayence, la multitud que lo rodeó fue tan grande, que el Rey Conrado fue obligado a tomarlo en sus brazos para sacarlo ileso de la iglesia.

Cantor de la Virgen

La devoción de Bernardo hacia Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen María eran incomparables. Cierto día, cuando entraba en la catedral de Spira, en Alemania, en medio del Clero y del pueblo, se arrodilló tres veces, diciendo a la primera: “¡Oh clemente!”; a la segunda: “¡Oh piadosa!”; y a la tercera: “¡Oh dulce Virgen María!”. La Iglesia añadió después estas invocaciones al final de la Salve.

En fin, muchísimas cosas más se podrían decir de este Santo excepcional. Estando próximo a morir, sus hijos espirituales hacían violencia a los Cielos para conservarlo en la Tierra. Él se lamento dulcemente: “¿Por qué deseáis retener aquí a un hombre tan miserable? Usad de la misericordia para conmigo, yo os lo pido, y dejadme ir hacia Dios”;lo cual ocurrió el día 20 de agosto de 1153.